Al llegar el viernes al
Comercial y ver una muchedumbre adolescente, no se me hizo difícil adivinar que
el autor se dedicaba a la enseñanza. Sin embargo, la franja de edad del público
abarcaba desde la infancia a la senectud, y no faltaban afamados poetas de la
talla de Paco Moral y Eduardo Merino, jóvenes promesas como Javier García
Magano o, incuso, el novelista Vitaliano de la Cruz, conocido por su obra Cartas de amor a mi madre.
Cuando todo estaba listo ya para empezar, Pablo Méndez
nos comunicó las circunstancias en que conoció a este profesor segoviano que
presentaba entonces su primer poemario: “Me
habló un amigo, Vitaliano de Cruz, de un poeta de su colegio que escribía con
mucha intensidad; y, en efecto, hay una gran fuerza en su expresión del tema
poético y amoroso.” Y añadió acerca de la colección Covarrubias en la que
salía publicado Levantas los párpados y
amanece que “es diferente y muy joven.”
La poeta Ana Ares, que presentó hace escasas semanas
su esperadísimo 55 minutos, fue la
encargada de acompañar al autor en su tarde de estreno: “Es un placer estar de nuevo en el Café Comercial”; y dirigiéndose a
Torrego, agradeció el haberla “elegido
como madrina, aunque no sepa bien el
porqué.” Y comenzó sus impresiones acerca de la obra: “Este no va a ser un estudio sesudo y profundo, porque no estoy
capacitada para dar más que una opinión personal. Como aviso a navegantes diré
que el libro es un libro de amor.” La escritora señaló el decir de algunos
acerca de que la poesía de amor no esté de moda; ella, por el contrario,
considera que cercenar el amor de la literatura supondría un flaco favor para
esta y terminaría prácticamente por aniquilarla, pues “es un tema del que todos tenemos experiencia, un tema en el que
cualquiera puede sumergirse sin miedo a perderse”. Otros, en cambio, van
más lejos y afirman que no les gusta la poesía, “pero quizás un día probando, conecten con el poeta y se realice el
milagro: así habrán llegado a la poesía por el poeta.”
En cuanto a la forma, en el texto hallamos “construcciones sencillas, palpables,
cercanas, como piezas de lego con el que podemos jugar todos”. De hecho,
está escrito “con la ingenuidad de un
niño que hubiera descubierto la palabra”. Posee “varios registros y referencias a muchos clásicos, incluso a alguno del
s. XV”. Su lectura “no es difícil ni
requiere de una concentración especial, sino que trata a su lector de forma
amable”, además, “son poemas para
leer sin prisa, para regalarle los momentos del día en que ya no se quiere
hacer nada”. En este sentido, la autora nos brinda esta sugerencia: “dejarlo en la mesilla, dedicarle diez
minutos de la noche y dormirse meditando el pensamiento del autor.”
El poemario cubre el espacio de dos décadas, así que “hemos visto cómo el amor nacía, crecía y se
hacía mayor hasta convivir con la libertad”. La valenciana ve el conjunto
de la obra como un mosaico donde “cada
poema es una tesela”.
Cuando Ana Ares terminó su discurso, nuestro autor
José Luis Torrego le correspondió con un poema escrito ad hoc para la ocasión, y admitió que era una de esas “personas que tenemos algo de extraviadas de
otro siglo”. Asimismo declaró con relación al verso «¿Soy clásico o romántico? No sé.» de Antonio Machado -a quien está
dedicado ese rincón del Café Comercial-, que “se debe ser ambos, como el negro y el blanco son opuestos y son ajedrez”.
Entonces aprovechó para dar las gracias “a
Pablo por sacarme del mundo de los inéditos”; y comenzó la recitación de
sus poemas, entre ellos, uno de amor adolescente y de los primeros besos “El beso de Sylvie”, y otro algo triste “Ella ha muerto”, donde narra el final de
una relación. También tuvimos la ocasión de escuchar versos alternados entre
las voces del autor y la presentadora, y la intervención de Severino, un amigo
que salió de entre el público para, tras afirmar a propósito del acto que tenía
una “fe machadiana en la palabra como
esencial en el tiempo”, deleitarnos con la lectura del poema “Laberintos que somos” escogido porque,
según él, “el sentimiento que contiene va
revestido de unas imágenes muy delicadas”.
Tras esto, Torrego anunció un “cambio de tercio” y nos indicó que el suyo era “un libro de muchas conclusiones, como la
reivindicación del yo y, en definitiva, el hacer las paces con la vida”;
así, compartió con nosotros “Mi libertad”,
que es toda una declaración de principios. Después, aludió a ese momento en que
uno se pregunta si está enamorado, y resolvió: “Si sientes esto, yo creo que sí” señalando a su poema “Hoy he encontrado el destino”. Para
terminar advirtió que, de la misma manera que el primer poema en ser leído
había sido el primero del libro, “el
último es el último”, a saber, “Cuando
te vas de mi alma”; “adoro este poema”,
confesó. Sin embargo, no fue realmente el postrero, sino que hubo un bis: “Adioses para el triste” que, en palabras
del autor, está “dedicado a la persona
que ha compartido conmigo más tiempo de mi infancia: mi bisabuelo Feliciano”.
Como colofón al acto, se despidió del público
asistente: “Será muy bonito encontraros
aquí otra tarde de poesía”. En efecto, esperemos coincidir nuevamente y que
este, su primer poemario, no sea el único. De momento os dejo este soneto como
muestra de la desenvoltura con la que se mueve en el estilo clásico.
¿Qué
pretendéis de mí, oh mi señora?
¿Queréisme
indómito guerrero altivoque muere bravo y nadie atrapa vivo
o caballero a vos leal a toda hora?
¿Queréisme dócil bridón que os adora
o garañón llanero al lazo esquivo?
¿Dejándome alma y ser cuando os escribo
o desdeñando ingrato a quien le implora?
Pues si visitara siempre vuestra ara
y me extasiara sólo en vuestros ojos
temo vuestro hastío me gritara “¡para!”
y anhelase otro objeto vuestro antojo.
¿Qué diríais si tan manso me entregara?
Quizá que no podéis amar a un flojo.
Helena Suárez
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