miércoles, 13 de febrero de 2013

De moda nunca pasa la poesía de amor y desengaño


 
            Al llegar el viernes al Comercial y ver una muchedumbre adolescente, no se me hizo difícil adivinar que el autor se dedicaba a la enseñanza. Sin embargo, la franja de edad del público abarcaba desde la infancia a la senectud, y no faltaban afamados poetas de la talla de Paco Moral y Eduardo Merino, jóvenes promesas como Javier García Magano o, incuso, el novelista Vitaliano de la Cruz, conocido por su obra Cartas de amor a mi madre.
 


           Cuando todo estaba listo ya para empezar, Pablo Méndez nos comunicó las circunstancias en que conoció a este profesor segoviano que presentaba entonces su primer poemario: “Me habló un amigo, Vitaliano de Cruz, de un poeta de su colegio que escribía con mucha intensidad; y, en efecto, hay una gran fuerza en su expresión del tema poético y amoroso.” Y añadió acerca de la colección Covarrubias en la que salía publicado Levantas los párpados y amanece que “es diferente y muy joven.”
 
           La poeta Ana Ares, que presentó hace escasas semanas su esperadísimo 55 minutos, fue la encargada de acompañar al autor en su tarde de estreno: “Es un placer estar de nuevo en el Café Comercial”; y dirigiéndose a Torrego, agradeció el haberla “elegido como madrina, aunque no sepa bien el porqué.” Y comenzó sus impresiones acerca de la obra: “Este no va a ser un estudio sesudo y profundo, porque no estoy capacitada para dar más que una opinión personal. Como aviso a navegantes diré que el libro es un libro de amor.” La escritora señaló el decir de algunos acerca de que la poesía de amor no esté de moda; ella, por el contrario, considera que cercenar el amor de la literatura supondría un flaco favor para esta y terminaría prácticamente por aniquilarla, pues “es un tema del que todos tenemos experiencia, un tema en el que cualquiera puede sumergirse sin miedo a perderse”. Otros, en cambio, van más lejos y afirman que no les gusta la poesía, “pero quizás un día probando, conecten con el poeta y se realice el milagro: así habrán llegado a la poesía por el poeta.”
          En cuanto a la forma, en el texto hallamos “construcciones sencillas, palpables, cercanas, como piezas de lego con el que podemos jugar todos”. De hecho, está escrito “con la ingenuidad de un niño que hubiera descubierto la palabra”. Posee “varios registros y referencias a muchos clásicos, incluso a alguno del s. XV”. Su lectura “no es difícil ni requiere de una concentración especial, sino que trata a su lector de forma amable”, además, “son poemas para leer sin prisa, para regalarle los momentos del día en que ya no se quiere hacer nada”. En este sentido, la autora nos brinda esta sugerencia: “dejarlo en la mesilla, dedicarle diez minutos de la noche y dormirse meditando el pensamiento del autor.”
            El poemario cubre el espacio de dos décadas, así que “hemos visto cómo el amor nacía, crecía y se hacía mayor hasta convivir con la libertad”. La valenciana ve el conjunto de la obra como un mosaico donde “cada poema es una tesela”.
            Cuando Ana Ares terminó su discurso, nuestro autor José Luis Torrego le correspondió con un poema escrito ad hoc para la ocasión, y admitió que era una de esas “personas que tenemos algo de extraviadas de otro siglo”. Asimismo declaró con relación al verso «¿Soy clásico o romántico? No sé.» de Antonio Machado -a quien está dedicado ese rincón del Café Comercial-, que “se debe ser ambos, como el negro y el blanco son opuestos y son ajedrez”. Entonces aprovechó para dar las gracias “a Pablo por sacarme del mundo de los inéditos”; y comenzó la recitación de sus poemas, entre ellos, uno de amor adolescente y de los primeros besos “El beso de Sylvie”, y otro algo triste “Ella ha muerto”, donde narra el final de una relación. También tuvimos la ocasión de escuchar versos alternados entre las voces del autor y la presentadora, y la intervención de Severino, un amigo que salió de entre el público para, tras afirmar a propósito del acto que tenía una “fe machadiana en la palabra como esencial en el tiempo”, deleitarnos con la lectura del poema “Laberintos que somos” escogido porque, según él, “el sentimiento que contiene va revestido de unas imágenes muy delicadas”.
     Tras esto, Torrego anunció un “cambio de tercio” y nos indicó que el suyo era “un libro de muchas conclusiones, como la reivindicación del yo y, en definitiva, el hacer las paces con la vida”; así, compartió con nosotros “Mi libertad”, que es toda una declaración de principios. Después, aludió a ese momento en que uno se pregunta si está enamorado, y resolvió: “Si sientes esto, yo creo que sí” señalando a su poema “Hoy he encontrado el destino”. Para terminar advirtió que, de la misma manera que el primer poema en ser leído había sido el primero del libro, “el último es el último”, a saber, “Cuando te vas de mi alma”; “adoro este poema”, confesó. Sin embargo, no fue realmente el postrero, sino que hubo un bis: “Adioses para el triste” que, en palabras del autor, está “dedicado a la persona que ha compartido conmigo más tiempo de mi infancia: mi bisabuelo Feliciano”.
 
 
           Como colofón al acto, se despidió del público asistente: “Será muy bonito encontraros aquí otra tarde de poesía”. En efecto, esperemos coincidir nuevamente y que este, su primer poemario, no sea el único. De momento os dejo este soneto como muestra de la desenvoltura con la que se mueve en el estilo clásico.
¿Qué pretendéis de mí, oh mi señora?
                                   ¿Queréisme indómito guerrero altivo
                                    que muere bravo y nadie atrapa vivo
                                   o caballero a vos leal a toda hora?
                                  ¿Queréisme dócil bridón que os adora
                                  o garañón llanero al lazo esquivo?
                                 ¿Dejándome alma y ser cuando os escribo
                                 o desdeñando ingrato a quien le implora?
                                 Pues si visitara siempre vuestra ara
                                y me extasiara sólo en vuestros ojos
                                temo vuestro hastío me gritara “¡para!”
                                y anhelase otro objeto vuestro antojo.
                               ¿Qué diríais si tan manso me entregara?
                               Quizá que no podéis amar a un flojo.

 

Helena Suárez

No hay comentarios:

Publicar un comentario