domingo, 7 de julio de 2013

Morir de poesía: Festival de Vitruvio


 
 
A mí los festivales que hace Ediciones Vitruvio me dan un poco de miedo, sí ya sé que está garantizada la buena poesía, pero tienen algo de descomunal que los hace peligrosos. El año pasado el aforo se desbordó y era difícil moverse por la sala noble del Café Comercial: el tema trataba de Ángel González y la presencia de su viuda, la enigmática Susana lo hizo incomparable. Este año los Vitruvios han sabido contener el aforo y por lo menos se podía andar por la sala pero el calor ha sido asfixiante, sobre todo en los primeros momentos. Cierto que la elevada cantidad de poetas llegado de toda España lo convierten en único, sobre todo por lo comprimido, hay otros festivales que duran tres o cuatro días y se hacen dispersos, en la propuesta de Vitruvio es todo en una tarde, poetas y poetas que leen su poema y es casi como una borrachera de versos que vienen y van.
            Ayer no faltó emoción y voces maravillosas… es una suerte descubrir al poeta ecuatoriano Augusto Rodríguez, acierta Pablo Méndez en buscar en la poesía de Hispanoamérica, ahí allí muchísimos poetas grandes y diferentes: y Augusto Rodríguez es uno de ellos. Beatriz Villacañas leyó unos poemas breves y serán publicados pronto, de Javier Magano ya no sé que decir: me han hablado de él y estoy deseando leer su libro que debe estar ya cerca, Lola de la Serna es una de las voces femeninas más interesantes del panorama actual sin duda, Fernando López Guisado tenía en los ojos un extraño brillo que compartía con su mujer y no sé a qué se debe, traté de preguntárselo al final pero no estaba: algo se trama, seguro. Ana Ares hizo doblete, primero con un poema suyo y al final leyendo a Cernuda, que fue el invitado ausente de la noche. Paco Moral es una de mis debilidades y estuvo como siempre espléndido: es un huracán de poesía y solo su voz llena la atmosfera del Comercial. Alberto Infante es otro grande de la noche y a mí siempre me ha parecido un actor de película americana, Ramón Hernández es una de las estrellas más lucidoras que revolotean por el Café Comercial y cuando dijeron su nombre se notó admiración en la sala. María José Pérez Grange leyó un poema muy hermoso y después de ella Virginia Nielfa, de la que no tenía conocimiento alguno y fue una de las sorpresas de la tarde, me dijeron que acaba de publicar libro, fui al término a por un ejemplar y ya no tenían. Luego le llegó el turno a María de la O Guillén, poeta casi secreta, muy buena, de la que leí hace unas semanas su Una onda en movimiento y me pareció deslumbrante. Después Pablo Villa, Alfredo Piquer y Alvaro Fierro, Pablo Villa es un poeta muy admirado en la sierra de Madrid, su poesía mira hacia lo rural y lo humano y el texto en prosa que leyó gustó mucho, Alfredo Piquer es un clásico de la noche poética madrileña y su voz, sabemos, un río de originalidad, Alvaro Fierro tiene también algo de actor pero centro europeo, galante y muy vivo.
            A este punto el calor pareció ceder un poco y empecé a creer que salvaría la vida, desde luego una muerte por asfixia rodeada de todos estos poetas me parece de lo más chic, y muy moderno: la verdad. Pero tengo una hija de diecisiete años y un marido y creo que algo me estiman, no porque aporte dinero a casa porque aprovecho para decir que sigo en el paro y no me llaman para trabajar ni limpiando los suelos de alguna redacción de periódico: yo que tanto…. Pero ¡bueno! volvamos al festival Vitruviano que es el tema del día ¡lecha! Joan Payeras es el ganador del premio Café Comercial del año pasado y su presencia era inevitable, su poesía es lúcida como pocas, María Juristo no se queda solo en novelista y demostró que también la poesía esta dentro de su gran universo de creadora, y Nieves Chillón fue otra de las sorpresas, venida de Granada y autora del libro Rasguños me parece una autora a la que seguir de cerca. Dolors Alberola ha tenido un año de éxitos y ha sido estupendo escucharla, Manuel Aguilera leyó un poema de su libro, Calle de la mar sin número, y ¡Olé! ese sí que fui a cogerlo y me lo llevé puesto, es un libro que se crece en una mirada al mar cotidiana y fresca. Domingo Failde me parece otro de los platos de lujo del festival y del catálogo de Vitruvio, uno de los mejores poetas que tenemos: escucharle es un placer. Después Santiago López Navia que tiene una voz y una poesía siempre elegante y me hizo ilusión encontrarlo: lo conozco del mundo universitario aunque creo que él no me recuerda. Modesto González me parece uno de los mejores sonetistas que pululan por el parnaso de ahora, yo no soy una enamorada del soneto la verdad, pero reconozco al que sabe hacerlo. Luego leyó David Minayo: primera noticia que tengo de este chico que leyó un poema muy aplaudido: fui de nuevo a la mesa pero me dijeron que se trataba de un libro futuro, así que esperaré y punto. Carlos Guerrero me parece otra voz a tener en cuenta, una mirada personal irónica y deslenguada que está cada vez acertando con mayor integridad. María del Valle Rubio nos trajo un poema de su libro Cibernáculo, siempre es bueno un trocito de Sevilla en el Comercial. Paola Herrera es un volcán, una voz que llega de la poesía erótica y redondea un círculo de pasión y sensualidad, recuerdo que en otro acto similar hizo lo mismo pero andando por la sala y fue mucho más explosivo. Antonio Machado Sanz calmó el ambiente con un poema evocador y nostálgico y Jesús Ayer puso el punto elevador, divino y procesional que siempre se agradece porque hay que saber andar en direcciones varias.
            Llegados a este punto la poesía se convierte en una especie de carrusel, unos suben otros bajan y el oyente no sabe con que poeta irse a cenar, acostarse o simplemente pedirle otra lectura a la luz de luna en otro mundo. Eduardo Merino es uno de esos, nos valdría para todo: años estuve comprándole libros en la Facultad de Derecho y de repente un día me lo encuentro leyendo y haciendo buena poesía. Le siguieron Antonio Daganzo y Alfonso Berrocal, Daganzo es ese chico que las madres quieremos casar con nuestras hijas, ¡no me digan que no! aquí lo hace todo y todo bien, prepara el festival, recibe a los autores, los despide y encima se sube a la tarima y lee un poema extraordinario. ¿De dónde saca Pablito Méndez estos niños? eso es un misterio de respuesta imposible… y Berrocal, ganas tengo de cogerlo por banda, es el más huidizo, antiguo y misterioso de los Vitruvios, cuando su libro Asceta, que fue todo un éxito en su tiempo ya me pareció un descubrimiento, eso sí, entonces tenía un increíble parecido a un actor de serie americana para adolescentes que se llamaban Sensación de vivir o una vulgaridad de esas. Y después Elgarresta, la nota de filosofía elevada y rectangular, un poeta como la copa de un pino que se ha hecho con los años imprescindible.
            Cuando ya parecía que las sorpresas eran imposibles aparició Luis Rosales Fouz que leyó un poema de su padre, claro. Emotivo, sereno, elegante… Luis Rosales hijo es un verdadero lujo leyendo a su padre: aquellos de las voces que se repiten de padre a hijo. Y Siguiendo con los hijos, con los padres, José Luis Fernández Hernán leyó un poema en prosa inteligente, en un pequeño texto poético todo un ensayo sobre las generaciones, las ausencias y la poesía.
            Después para acabar ya se ha dicho, Ana Ares, leyó un texto genial y clásico de Luis Cernuda. En su voz parecía renacido Cernuda, con aquella pose, aquella figura, aquella marca de poeta estratosférico, inolvidable…
            Cuando Pablo Méndez despidió el acto y nos citó para el primero del próximo curso, allá en septiembre, se nos había olvidado el calor y teníamos en la memoria un número enorme de poesía para soñar con ella camino a casa.
            Festival de poesía único como siempre, y esperando ya el del año que viene.
 
 
Nieves González