Sí, sí, sí, encontré trabajo, por
eso me he perdido bastantes actos de poesía en los últimos meses, pero una cosa
es encontrar trabajo y otra muy distinta perderse una presentación de Rafael
Soler, que si tengo que volver a la cola del paro pues vuelvo… la poesía y sus
grandes nombres tienen que estar por encima de todo.
Pablo Méndez, Rafael Soler y Luis Alberto de Cuenca
El caso es que Rafael Soler lleva en
poco menos de cinco años tres libros de poesía muy notables, el primero Maneras de volver, que ha sido todo un
éxito nos lo descubrió a muchos como un poeta sobresaliente, el segundo Las cartas que debía, confirmaba las
predicciones y este tercero, Ácido
almíbar nos lo consagra como una voz necesaria.
Iniciado ya el acto, Pablo Méndez
saludó al respetable (pocos actos de poesía tienen tanto y tan nutrido público)
y mostró su contento con la publicación. Miré yo con detenimiento al director
de Ediciones Vitruvio porque sé que ha sido padre hace unos días pero no vi
grandes ojeras, bostezos, ni otras debilidades de quien tiene un bebé en casa.
Y para la presentación otro lujo, Luis Alberto de Cuenca, poeta setentero y
cañón, siempre elegante y cuidadoso que sabe presentar un libro como nadie, ni
mucho ni poco, breves pinceladas y la voz de la experiencia junto a la de la
simpatía.
Después Rafael Soler nos fue
desgranando su ácido almíbar poco a poco como quien sirve un gran plato y
quiere que los comensales lo degusten, lo disfruten lenta y pausadamente. No es
fácil de explicar la poesía de Rafael Soler, es de esas obras que prefieren la
insinuación a la realidad, que dice las cosas como sin nombrarlas, una poesía
que deja al lector con la maquinaria a medias para que sea el que lee el que
termina y además tiene un gran poder de atracción, es de esos poetas que al
terminar un poema estás deseando leer el siguiente, aunque del anterior no
hayas entendido nada, yo diría que es un poeta con un gran misterio, con el
enigma de la poesía que es un enigma grande, muy muy poderoso. Hay poetas que a
una le gustan y no sabe muy bien las razones, son poetas con enigma: es así,
Claudio Rodríguez, Carlos Bousoño, Carlos Barral…
Impresionante aspecto de la Asociación de la Prensa
Ácido
almíbar me parece más intenso y directo que los libros anteriores, quizá Las cartas que debía estaba más en la
comunicación con el exterior, y Ácido
almíbar es más la conversación con uno mismo, con su pasado, con su
familia, con el lado más negro de ir viendo como los otras fallan, o se mueren,
o salen del cuadro que a la postre es lo mismo. Maneras de volver era más un viaje de regreso.
La lectura conmovió al público de
una forma tremenda, los aplausos sostuvieron la sala y alguno quiso levantar al poeta como si de un diestro taurino se tratara, no llegó la sangre al libro que
diría otro y al acabar se disfrutó de una copilla en un local cercano que se
llenó de poetas como algunas noches se llenan de luces y de sombras.
Por allí estaba Alberto Infante,
Javier Lostalé, Diego Doncel, Javier Reverte, Ángel Guinda, José Elgarresta del
que me han dicho tiene libro a punto, Alfonso Berrocal, David Morello, Fernando
López Guisado, Antonio Daganzo, Hilario Martínez Nebreda, Ramón Hernández, José
María Prieto, Miguel Losada, José Cereijo, José Luis Fernández Hernán, David
Minayo, Raúl Nieto de la Torre, Eduardo Merino, Francisco García Marquina… en
fin… una lista mucho mayor que acompañaron al poeta con devoción.
Cuando alguien es capaz de llenar un
lugar con la poesía como pretexto es que hay detrás un poeta especial pues no
está el invierno para ir y aburrirnos a cualquier sitio. Si fueron un éxito Maneras de volver y Las cartas que debía, yo creo que Ácido almíbar será todavía un libro más comentado y leído, hay una
flor decadente, femenina y radiante en cada poema de Soler y en este poemario crece.
Nieves González